Color primo No. 61 - Capitulo I
Finalmente, dejó por un segundo de mirar a través del frío cristal de su ventana. Se encontraba en medio de su habitación. Hace días el clima era frío y había decidido permanecer solo por unos días. Una vez más la oscuridad era su cómplice. Desde hace ya varias noches no lograba conciliar el sueño normalmente.
Esta no era la primera vez que se encontraba así mismo solo a las dos de la madrugada. De todas formas seguía pensando en todo lo que había ocurrido meses antes. Sintió esa fría conciencia de ser esa persona despistada que no oye y que lo poco que oía lo oía mal. Así, decidió sentarse a recordar, a pesar de sus serios problemas para hacerlo.
Algunos meses atrás, esa vaga sensación de descontrol venia sobrecogiéndolo. Por momentos no sabes qué hacer y cuando lo sabes ya es demasiado tarde, se decía constantemente. Tenía ese claro recuerdo de la última noche en que la vio, lamentaba haber estado así, no haber sentido profundamente esas pocas cosas que en la vida si se pueden llegar a sentir. Sabía que ese beso, en aquel o en cualquier otro lugar, nunca se repetiría.
El factor que marcaba la diferencia, es que no había sido cualquier beso, ese había sido el beso con la mujer amada en silencio por varios meses. Amar, ya sea o no en silencio, para él tenía un valor intenso, más si en verdad era algo que salía del corazón. Aquella mujer había sabido interrumpir en lo más profundo de sus sentimientos desde ese primer instante en que la vio saliendo del elevador en la oficina.
Ella, Alejandra, una mujer moldeada por la modernidad, irrumpía por gusto propio en un país, en algo ajeno. Venía tras el amor de un hombre y con la ilusión de construir su vida junto a él. En el fondo es una mujer comprometida con sus sentimientos. Había dejado parte de su vida atrás y ahora, en parte sola, se enfrentaba a un sin fin de profundas contradicciones.
Su primer día en ese nuevo país fue lo que esperaba, algunos familiares y aquel ser amado. La situación laboral, como muchos otros factores, ya se encontraban solucionados. Ese lunes además de marcar otro inicio de semana, marcó otro inicio de vida, aunque fuera sólo por unos meses. Escuchó claramente ese te amo tan anhelado a lo largo de los dos años anteriores, en los cuales se había tenido que conformar viendo ese sentimiento a través de una pantalla de computador. Ahora ya estaba allí, su alegría era desbordante y el resto del mundo no importaba. Así, todo se enfocaba en vivir y sentir.
Ese primer día de trabajo, fue en parte normal. Esa sensación de llegar a un lugar extraño en el que no se conoce a nadie siempre hace que el nudo en el estómago se estruje más. Todos fueron amables, la presentación se hizo según la falta de protocolo y demostró que la timidez no era algo que la caracterizara. Siempre el trabajo se configura como ese no espacio, en el que tiendes a negarte completamente como ser. En su caso no se sabe, pero al parecer se acopló muy rápidamente.
Días después, una mañana como cualquier otra para ella, se abrió la puerta del elevador que marcaba el piso 22 y salio. Tal vez lo vio a él, a Mauricio. Llevaba un vestido color verde, tal vez adornado con figuras de flores, debajo un jean, su bolso de tejido y sus botas. La mañana era una típica mañana de la ciudad, fría, lúgubre, húmeda, pero amañadora. Él estaba allí, frente a la puerta del ascensor, sentado sobre el frío piso de mármol grisáceo que no puede ocultar sus años de constante uso y que no puede contar cuántos cientos de miles han pasado por allí, sostenía un libro pequeño y rojo en sus manos, lo leía cuidadosamente, de repente levanta un poco su cabeza y la observa, ella saluda y sigue rumbo a su oficina, él solo atina a responder de la forma más precaria el saludo.
Allí, en el piso, él tenía esa mirada perdida, todavía tenía en su garganta ese sabor a timidez con el que había respondido el saludo y ahora algo nuevo ya empezaba a hacer parte de sí. La imagen es algo que se mantiene y él habrá de mantener esa primera imagen de ella por muchos años. Ella por su parte ya iba detrás de la puerta, rumbo a su escritorio y sus papeles, para ella no fue nada, para el lo fue todo. En el ambiente seguía el acento italiano de Alejandra que repicaba al interior de su cabeza; al cabo de unos instantes, recogió su libro, sobrecogió su alma, levantó su cuerpo y se dispuso a trabajar.
Pasadas un par de horas intento averiguar por la mujer de esa extraña pero melodiosa voz, alguien le dijo con aptitud algo socarrona que ella era la nueva, la de la oficina aparte. Las oficinas se caracterizan por dejar siempre aparte lo que quieres tener cerca y por hacer que te rodees de lo que no quieres tener. Después, todavía dubitativo, decidió salir a la escalera de emergencia, ese espacio que lo había recibido desde su primer día allí y en el cual podía dar profundas caladas y vivir en medio de bocanadas de humo provenientes del cigarrillo; ese primer cigarrillo del día, desde el momento en que se destapó la cajetilla y se escogió uno de esos ocho que estaban allí, se llevó a la boca y se encendió, tuvo un sabor extraño, no fue lo mismo de siempre, no por el cigarro como tal sino por él, en su cabeza ella seguía dando vueltas sin saber por qué.
1 Comments:
Que agradable leer nuevamente este primer capítulo; aunque me gustaba mucho más con el nombre original de la protagonista, me pregunto el por qué de la escogencia de Alejandra (bello nombre también). Hugs and kiss for you!
Letrografiado polifonicamente por: Anonymous, at 9:39 PM
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